Presentación del libro "Resonancia y Silencio" de Enrique Acuña en la ciudad de Posadas


El 9 de Octubre del 2009 se llevó a cabo la presentación del libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña en la ciudad de Posadas (Misiones) en el marco de las IV Jornadas de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones.

Comentan:

"Resonancia y Silencio. Arquitectura cavernosa de los huecos y sus ecos"

Por Osvaldo Gómez Lez


"Comentario sobre el libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña"
Por María Isabel D`Andrea

"La experiencia analítica"
Por Lorena Danieluk


"Ese silencioso sonido solitario"
Por Leticia García

"El desmontaje de la significación"
Por Christian Gómez



Resonancia y Silencio. Arquitectura cavernosa de los huecos y sus ecos.


Resonancia y Silencio. Arquitectura cavernosa de los huecos y sus ecos.

Osvaldo Gómez Lez 

El libro Resonancia y Silencio. Psicoanálisis y otras poéticas de Enrique Acuña revela años de enseñanza y sobre todo de aprendizaje de una disciplina arraigada en los pliegues de la cultura argentina. Los relatos, las anécdotas, las diversas lecturas y autores matizan otros tantos aspectos enfocados por la experiencia de la escucha analítica y su decantación en la galería de los saberes expuestos desde el hueco de lo no-sabido. Un libro entonces se vuelve un acontecimiento, una apuesta y una promesa, quizás, no por reducir la ignorancia ni aumentar la erudición, sino en tanto recordatorio audaz de los límites del sentido y del sonido. No otra cosa nos propone Enrique en su pendular entre resonancia y silencio. Libro (reverberación de sonidos, interrupción, silencio).

Acuña elige el canto, el himno y la poesía como los lenguajes más afines al psicoanálisis, la prosa no hace más que disimularlo. El título lo delata y el autor agrega que esconde allí el término “reson” que el mallarmeano Francis Ponge inventa, dice, para revelar la trabazón existente entre razón y resonancia. La sucesión de las palabras se decantan, frenan, estancan, circulan, irrumpen y caen en cascada como el agua de una elaborada fuente. Tampoco están ajenas en su obra la musicalidad del sonido, ni la serie de metáforas sonoras cuyas tonalidades y variaciones hacen al conjunto, un gran concierto. “Polifonía” y “magma”, diría el filósofo y psicoanalista Cornelius Castoriadis.

Así, las palabras al ser dichas van haciendo su camino en el otro a través de la escucha, la escritura y la lectura, dejando en cada recoveco la fugacidad de una huella, un resto. Revela una razón, una lógica que aparece en la palabra y que es enigmática, porque es la apertura misma entre saber y verdad, diferencia que permite el discurrir de la palabra que nunca encontrará su plenitud y que por ello se convierte en causa.

Cierto guiño irónico atraviesa el texto cuando a la rigidez de los enunciados científicos y conceptuales contrapone el desenfado del oxímoron y la paradoja, de un modo elegante y pretendido, privilegiando siempre la belleza y la precisión del estilo. Pero tampoco se aliena totalmente al sí de la poesía, como lo indica en el Prefacio, sino que se separa dejando un campo de intersección común con la epísteme.

En dicho prefacio leemos la arquitectura cavernosa del hueco y sus ecos: 


“(…), habría que trazar un eje que va del silencio a la palabra. Un vector dirigido desde un extremo, como grado cero de lo indecible, a otro, donde se ubica lo dicho. Por otro lado está lo no dicho como prohibido, pasando por lo abyecto y el secreto. Estas modalidades de la palabra conducen a que un secreto puede ser guardado, y es eso lo que se confiesa. Finalmente, queda lo perdido, que sitúa el lugar de lo reprimido, capaz de retornar en el enunciado.

“Entonces, reformulamos la pregunta: ¿A qué nueva ética, que no sea del prejuicio principista, es decir, a qué política del deseo debe atender quien bordea ese saber? Esa política depende de la carencia que se logra por atravesar una experiencia inédita que va desde un inicio, donde hay un sujeto que supone saber, hasta un final, donde hay un cuerpo dicente en lugar de un inconsciente intérprete. En sus pliegues se escucha ese silencioso sonido solitario”.


Obtenemos así este hueco lleno de ecos, de revelaciones psicoanalíticas, de hiancias que abre a la pregunta desde la clínica y la política hasta los nudos hystóricos (con y griega, sí así lo escribe Acuña) que lo jalonan. He aquí el detalle: en el capítulo “Declinaciones de un sobreviviente. Psicoanálisis frente a la dictadura” sostiene la ambivalencia borgiana del traidor y el héroe, allí donde al parecer el psicoanálisis lacaniano saldría indemne a las garras de la dictadura. Desmiente entonces que Freud, Klein, Lacan y sus seguidores avalaran tal atrocidad. En el mismo lugar donde la historia deja su huella, la lectura acuniana anuncia a su actor principal: el psicoanálisis personificado, sobreviviente a la dictadura argentina (sobrevivencia aún más silenciosa en la dictadura paraguaya), paradójicamente en un exilio interno. Sobreviviente audaz, vacilante pero intuitivo, capaz del disfraz y del silencio, del recogimiento monástico en el consultorio y la intimidad de las cuatro paredes, que para nuestro autor, es un entre dos tan social y tan subversivo como la arenga a las muchedumbres. 

Su obra colabora en el esfuerzo de reconstrucción hystórica, sin pretensiones de exhaustividad en la nebulosa de encuentros y desencuentros, dispersiones y reagrupamientos institucionales, ignorados, tergiversados y olvidados que esperan ser relatados por los protagonistas y testigos. Colaboración entonces, ladrillo más en la tarea emprendida respecto a Szèkely, Masotta, García, Miller y otros tantos actores y precursores del psicoanálisis latinoamericano.  
Hasta aquí mi intervención. Gracias.




Comentario sobre el libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña


Comentario sobre el libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña

Por María Isabel D`Andrea

Agradezco poder participar en la presentación de este libro en esta ciudad de Posadas, donde sin duda la enseñanza del Psicoanálisis ha producido sus efectos en el medio.
El libro “Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)” es una invitación a la lectura de puntos que son principales en Psicoanálisis.
Su autor, Enrique Acuña, propone un recorrido tocando temas de actualidad en articulación con la teorización siempre vigente del Psicoanálisis.
Cabe destacar que Enrique Acuña es un verdadero propulsor de la enseñanza del Psicoanálisis, y de la formación de analistas, sobre todo en este medio local.

El libro está atravesado por una pregunta: ¿A qué nuevo silencio se ve conducido el analista que escucha la resonancia de las palabras? Es una pregunta eje que recorre todo el libro y va llevando al lector a bordear la interpretación analítica en su límite con la enfermedad del sentido.

Me detendré en el segundo apartado del libro que se denomina Horizontes cercanos. Dicho apartado se encuentra constituido por seis intervenciones hechas por el autor en diferentes contextos y épocas.
Nos va a ir haciendo pensar en esa lógica de la inclusión y la exclusión del sujeto en un contexto social.

Se resalta en el libro que el Psicoanálisis responde al horizonte de su tiempo al considerar como se vive la pulsión de cada época. Se puede intervenir en los hechos sociales cuando hay silencio. Por ello podemos interpretar sobre un sujeto que no es la masa social, pero que se extrae de ese colectivo.
Hoy nos encontramos con la promoción del hombre escéptico. Tenemos así hombres consumidores y hombres ciudadanos. Ello tiene vital importancia en el Psicoanálisis ya que los síntomas actualmente tienen una envoltura determinada por el discurso social. Así asistimos por ejemplo, a la desaparición de la categoría de la histeria en las nosografías médicas, pero observamos el incremento de anorexias, bulimias, depresión, adicciones, etc.

Hay algo de lo viejo en lo nuevo del mundo, dice el autor, y eso hace posible conectar el lenguaje a un goce vía el síntoma que perdura.
Otros autores plantean lecturas donde los sujetos son “víctimas” de lo social que cada vez se presenta como más catastrófico.
Y es que el Nuevo mundo propone un sujeto sin culpa, que reclama siempre sus derechos. Por ende, un sujeto des-responsabilizado.
El analista podría interpretar los acontecimientos a partir de lo que enseña el acto como subversión del sentido. Responder al inconsciente manifestando en el lazo social implica la posibilidad del psicoanálisis de abrir la distancia con el ideal de funcionamiento social de cada época.

Acuña destaca que el psicoanálisis sobrevive en la época de la alianza entre la ciencia y el mercado en su malentendido: siendo ya parte de la cultura, puede ser un extranjero de ella.
Lacan apunta al psicoanálisis como un discurso de salida del capitalismo. Este discurso capitalista promueve un porvenir de mercados comunes. En cambio los analistas son objetos producidos por la operación interna del dispositivo. Por ello un analista se reconocerá por las pruebas de su análisis, y no por un examen académico.

El autor del libro cita a J. A. Miller, el cual diagnostica la actual crisis de lo real como un momento de incertidumbre en el que se creería que el Otro de lo simbólico no existe. Frente a ello, los semblantes se multiplican produciendo nuevas ofertas de satisfacción, a la vez que la nominación de esos goces particulares y diferentes construyen las formas de universales homogéneos.
La cultura de masas se vaticina como la muerte de la poesía, en tanto ésta es una forma de resistencia del sujeto como una singular soledad subjetiva. Esta cultura está mediatizada por los medios de información. Así lo que se llama imaginario social se fragmenta según intereses del colectivo político, económico, e incluso de las mayorías o minorías sexuales, pero que responden a nuevas tecnologías del yo que quieren fortalecerse en la identidad.
Es interesante pensar este momento comunicativo como un tiempo donde predominan no tanto los medios como las mediaciones simbólicas que éstos producen. (web, chat, etc.).
Acuña plantea que desde los meteoros de Descartes, donde la ciencia descubre la naturaleza de las semblanzas y la realidad que construyen los discursos hasta la era de Internet, algo ha cambiando.

En ese movimiento, el psicoanálisis puede existir siempre que pueda captar la singular soledad subjetiva como un pasaje de lo ilusorio a lo real, de la máquina técnica a la máquina del fantasma que, desarmada dentro de un dispositivo específico, aísla un vacío real desde donde se ordena una nueva realidad.
Una parte importante de estos capítulos está destinada a la reflexión sobre la formación de analistas y el dispositivo la Escuela fundada por Lacan. Hace falta una experiencia clínica que se transmite en su particularidad bajo el control de los pares. Esto es lo que distingue a un analista: el hecho de que tiene la experiencia radical de la cura.

Un capítulo muy importante del libro está dedicado a Oscar Masotta. Se propone una versión de su exilio como momento fundante de escuelas y bibliotecas donde pueda transmitir la enseñanza del psicoanálisis, un discurso que insiste en realizarse. Se rescata al Programa de Masotta, el cual articula los textos de Freud y Lacan y que ha sido organizador de dicha enseñanza.
Recordemos que Masotta deja la Argentina en un exilio obligado en 1975 y llega a Barcelona, según Acuña, teniendo como pasaporte un Programa de lectura de Freud que conduce al pensamiento de Lacan. Una verdadera posición política que es inaugural de un modo de enseñanza.
Siguiendo a Acuña, rescatamos la figura de Masotta quien ordena los textos desde el concepto de significante lacaniano para explicitar un orden de razones que permite el acceso a una lógica de los conceptos. Esto es hecho sin superponer a Freud con Lacan.
Masotta es descripto en su época como “un argentino con espíritu vanguardista”. Hay que destacar que este importante autor tuvo la importancia de plantear un contexto para el Psicoanálisis en España, donde no parecía una empresa intelectual atrayente. Dice Germán García que “el proyecto de Masotta no estaba plenamente desarrollado a su muerte en 1979. La Biblioteca se desarrolló conducida por Germán García”. Este grupo luego participará en la fundación que genera Jacques-Alain Miller como Escuela Europea de Psicoanálisis.
Con el regreso de Germán García a la Argentina, en diversas ciudades se crean las Bibliotecas Freudianas, las cuales realizaban así un cierto retorno a Masotta. Vemos entonces la importancia de este autor: el haber trascendido de modo transdiscursivo, y según el decir de Acuña, “haberse constituido como sujeto atópico: aquel que frente al valor del sacrificio ofrece la validez de su deseo cuando logra inventarse en un discurso que insiste en realizarse”.

Los capítulos del libro “Resonancia y Silencio” me parecen muy valiosos, ya que el lenguaje es claro y es notorio el apasionamiento del autor por los mismos.
Se consigue captar la atención del lector ya que permite pensar al Psicoanálisis dentro de contextos actuales.

Para culminar, me pareció significativo seguir al autor y citar a Lacan cuando evoca la pintura de Munch denominada El grito donde hay una boca que dice algo más: En el hueco abierto de un rostro/hay la boca, ahí el grito/ ay! silencios.





La experiencia analítica


La experiencia analítica

Comentario de “Resonancia y Silencio. Psicoanálisis y otras poéticas” de Enrique Acuña (*)

Por Lorena Danieluk


Resonancia y silencio…Introducen, al decir de su autor, a una clínica que es crítica, es decir, que elabora sus conceptos en tensión con otros campos del saber.

Los artículos muestran operaciones en donde lo real es captado por lo simbólico, operaciones que no obstante, siempre dejan un resto incapturable, pero que el atravesamiento de la experiencia analítica logra modificar ese resto/real en juego.


Dice el autor “un psicoanálisis comienza con el sentido de las palabras y termina con la implicación del sonido en el silencio, no el de la pulsión, sino el del poema”. Pasaje, entonces del sufrimiento a la posibilidad de creación.


Por lo tanto, se lee una superestructura simbólica que toma, captura, transforma, etc. A la vez, una articulación o nudo entre los registros – real, simbólico e imaginario- , pero una experiencia que es “comandada” por lo real, en tanto brújula orientadora. Un real que evidentemente se transforma al ser capturado por el sentido. Pero lo que orienta es lo no- dicho, que paradójicamente se presenta sólo en el discurso del que habla.


El acto analítico separa, dice Acuña, el sentido del sonido. Es así como el sentido se encuentra con su límite en el sonido.


De este modo, según mi lectura, sería ésta una de las lógicas que permiten la lectura de los artículos comprendidos en esta sección.


Veámoslo uno por uno:



1- La Neurosis.


El síntoma, sería tanto un conflicto como una solución, ya que implica una doble sustitución, la idea reprimida y sus afectos. Como resultado de esta operación tenemos una nueva modalidad de satisfacción. Cuestión que explica muy bien, por que alguien puede no – querer- curarse. El síntoma puede hacer a un sujeto un poco feliz.


Según el autor, cuando Lacan señala el uso del síntoma refuerza el costado de satisfacción como ganancia de placer que obtiene su sentido, pero también alude a sus beneficios secundarios.


Esto se ilustra en un fragmento de un caso donde paradójicamente, la recepción de una herencia genera un desequilibrio económico. El beneficio secundario del síntoma está en relación a los prolongados reposos en cama, cuestión que le hace pensar en distintos métodos para quitarse la vida, y algunos viajes a los que su marido la lleva para que mejore su estado de ánimo.


Mientras que el usufructo de goce, aparece en un sueño, ella se sabe en la posición de tener el dinero de otro, esa es su impostura, dice el analista.


Es ahí donde se instala la suposición de un saber, la intención de una significación por venir.


La apuesta analítica es orientarse por ese real que compone esa molécula, donde la envoltura significante encierra goce. Conectar al sujeto a su causa. Operar en lo real de esa causa con un sentido.


2- La Psicosis.

Incluso el artículo que trabaja la psicosis, en tensión con la adicción. Muestra como la droga – en tanto significante- puede incluirse con sus múltiples usos en diferentes estructuras. En relación a la psicosis, cuenta el autor, no siempre es posible que cumpla una función de suplencia del significante del Nombre – del - Padre, aunque sí podría tener una función compensadora, en tanto atempera la angustia del automatismo mental. Entonces, la introducción de una sustancia, que genera transformaciones en los tres registros: en lo Simbólico de la palabra, ya sea atemperando los pensamientos o exacerbando el disparo de palabras; en lo Imaginario, en el registro del otro semejante y en lo social; y en lo Real del organismo biológico.


3- El cuerpo:


Cuando del cuerpo se trata, se piensa que la posibilidad de “tener un cuerpo”, estaría dada por la incorporación del significante, sobre un puro organismo biológico. El significante se incorpora – la libido como laminilla, captura la biología del cuerpo. No obstante, no todo se absorbe sobre él. Esta falla es una norma para entrar a lo viviente. Además muestra que el cuerpo esta hecho para gozar. La captación “fallida” o “incompleta” – si se me permite la expresión- que la libido hace de lo biológico, crea en cada órgano una función según la variable del deseo. Con lo cual bien se podría tener un ojo para no ver.


Pero el hablante, dice el autor, no se entera, si no es por gozar, que vive. El gozar de la vida no es algo captable por imágenes y palabras, sino lo que queda por fuera de ellas. Un objeto en posición de “inclusión externa”.

4- Una clínica que es crítica:


Dijimos más arriba, una clínica que construye sus conceptos en conexión a otros campos del saber. Entonces se puede leer en estos artículos, a la clínica analítica como en tensión con el discurso de la época, donde si bien aparece la oferta de “dígalo todo”, uno puede pensar – muy analítica – la diferencia está en el hecho de que la oferta mediática pretende con esa proposición, victimizar al sujeto, es decir, se queda en el plano de la queja, el sujeto queda “disculpado” en su síntoma en tanto modo de respuesta que plantea algo sobre su deseo.


Mientras que del lado del psicoanálisis, lo deja bien claro Acuña, se trata de captar una singularidad vía la interpretación analítica, con la posibilidad de captar lo real en juego en “ese” y ya no en “todos” los casos.



(*) Texto leído en la mesa de presentación de este libro en la ciudad de Posadas (Misiones) en el marco de las IV Jornadas de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. Octubre 2009.



Ese silencioso sonido solitario


Ese silencioso sonido solitario

Por Leticia García

Presentación del libro Resonancia y silencio –Psicoanálisis y otras poéticas- de Enrique Acuña


Voy a comentarles el último apartado del libro que se llama “Envío” y que al igual que el Prefacio contiene un único trabajo. Este se llama “H, soledad del sinthoma”. 

Como nos cuenta su autor en el Prefacio este libro reúne diferentes intervenciones, escritas después de haber sido dichas en distintos contextos y tiempos. Estas “vueltas escritas” enseñan sobre diferentes conceptos y temas del psicoanálisis, a la vez que muestran algunos de los recorridos de su autor.

Desde la primera vez que leí Resonancia y silencio me gustó su estructura. Porque si bien es un libro que recopila escritos, en el Prefacio no sólo se presenta el libro con los interrogantes que funcionan como los hilos de Ariadna ordenando su lectura; sino que abre al problema del límite del lenguaje en psicoanálisis. El autor se pregunta: “¿A qué nuevo silencio es conducido el analista que escucha la resonancia de las palabras?”. Y al final, el lector se encuentra con el oxímoron: “ese silencioso sonido solitario” del síntoma como invención.

Entonces, estos dos escritos que tienen la función de abrir y cerrar el libro, y así enmarcan al conjunto de los textos, están en consonancia entre sí: lo que recuerda a la estructura de un texto literario más que epistémico. Pero este cierre: no es volver al mismo lugar del que se partió sino que produce un bucle –que al modo del bucle de Belinda de A. Pope- nos ilustra sobre “el hecho de que un estilo se construye sobre aquello que se pierde en la retórica” (el objeto “a”). La estructura del libro parodia eso también, bucle que es hallazgo, pérdida e invención.

Pero además, el libro termina con un envío remedando “La carta robada” de Poe, una carta silenciosa como la H en cuestión y que coloca al lector como su destinatario. Pero este envío trata sobre la soledad del síntoma como arreglo para cada uno. Síntoma alejado de aquel otro llamado “síntoma social o el de la clasificación clínica, que funcionan como nominaciones donde los sujetos pasan a formar parte de un conjunto de iguales: los que tienen ese mismo rasgo.

“H, soledad del sinthoma”, al igual que los restantes trabajos, enseña y trasmite sobre la función del lenguaje en el psicoanálisis. Dice su autor en este texto: “El psicoanálisis es un procedimiento sobre los límites del lenguaje”.(…) “Sin esperar más que lo que se desea, hay un camino que va desde el inconsciente que interpreta el síntoma –con su doble sustitución de sentido y satisfacción-, hasta la extensión de la cadena significante como agudeza -en la que adviene el sínthoma donde ya no hay sentido, sino sonido de las palabras.” (…) “El final de esas vueltas dichas (en un análisis) supone una aparente clausura del sujeto del inconsciente que se vuelve un ser diciente –traducción posible del parletre de Lacan-”.

Pasaje del síntoma como conflicto al síntoma como solución, como un artefacto y artificio que le permite al sujeto hacer con ese silencioso sonido solitario del fin del recorrido analítico. E. Acuña agrega: “esa sonoridad solitaria es un procedimiento propio para cada autor, es un método singular, es autorrevelado para cada uno, sin otro Dios que su inconsciente y fabrica en rigor su propia regla.”

Pero este solitario, no queda mudo, y mucho menos aislado. “El solitario sin embargo, busca pareja: remeda lo que ocurre en la estructura del discurso cuando un significante busca otro (S1- S2) y eso empuja a visitar la casa del Otro.”

Entonces, podemos decir que se entra de a uno (en la casa del Otro) y se sale de a uno, ahora acompañado por la pareja sintomática que cada uno se inventa para soportar la soledad. Síntoma que no implica “toda la verdad, sino un límite del saber. Y esto se evidencia en un buen uso del decir a medias, sosteniendo cierto enigma que obliga a seguir hablando” concluye el autor.

El libro enseña sobre las resonancias de lalengua, que da lugar al equívoco significante y que rompe con la significación adocenada de la doxa psicoanalítica –muy presente en los ámbitos académicos donde los conceptos funcionan como mantras religiosos-. El modo que tiene de realizar esto es proponiendo una escritura que juega con las paradojas de un modo paródico, cercando ese real excluido del sentido y que funciona como causa. Para esto se sirve del recurso a otras poéticas. Y es en la parodia donde E. Acuña señala el secreto que ahí se devela, citando la “Opertura” de los Escritos de J. Lacan: “por la gracia de la parodia que arrebata a la epopeya el rasgo secreto de su juego irrisorio”. Se puede pensar el recorrido del analizante de este modo: partiendo del relato de su epopeya llegar parodiando al rasgo secreto del juego en cuestión en su neurosis. Es ahí, entonces, donde el autor nos revela “El secreto del inventor solitario” del fin del análisis. No se los voy a contar, para que lo encuentren.

Para terminar, quiero remarcar dos cosas: una es, el cruce que presenta este libro de narraciones diversas al campo del psicoanálisis -literatura, filosofía, antropología, lógica, crítica literaria-; y dos, la pluralidad de nombres propios que hablan del “antecedente” que el autor se crea y el contexto donde se inserta –pluralidad acotada: S. Freud, J. Lacan, O. Masotta, G. García, J.-A. Miller, G. Musachi, E. Laurent- y que colocan a esta publicación en una política cierta y orientada en el campo psicoanalítico.



El desmontaje de la significación


El desmontaje de la significación

Un comentario de Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas, de Enrique Acuña (*)

Por Christian Gómez


Acaso una manera posible de comenzar el comentario de este libro de Enrique Acuña sea a partir de la palabra enseñanza, del encuentro con una enseñanza y con el psicoanálisis en uno de esos cruces diagonales de la ciudad de La Plata que se dice que despistan pero que en este caso mas bien señalaron una pista. Hablo en singular y creo que la singularidad es un aspecto insoslayable de este trabajo, cernir la singular resonancia del silencio de las palabras para cada uno, como una operación propia de la experiencia analítica en el desmontaje de la significación, conjunción entre psicoanálisis y poesía que de todos modos conduce a políticas diferentes en el hacer (pragmática) con lo que se dice una vez desmontada la dimensión trágica del sentido en el relato de una vida, no menos ficcional que las argucias del poeta.

El prólogo nos proporciona una brújula: “Este libro recopila diferentes intervenciones que bordean la interpretación analítica y su límite con la enfermedad del sentido (…) Subrayemos el carácter de efectos del psicoanálisis en implicación con cada uno, mas allá de su aplicación, y con ello nombramos la experiencia de inventar una singularidad. Surgen del lugar del Otro y llegan hasta el lector –que ausculta el decir con su propia caja de resonancia- y siguen la secuencia de aquello que ocurre efectivamente en una cura analítica”. (1)

En esa secuencia, elegimos detenernos en el apartado cuyo título – Escribir leyendo- sitúa en si mismo una operación propia de la experiencia analítica cuando leer la retórica del inconciente que habla en el síntoma da paso a la escritura muda- como la letra H- de un estilo que en la resonancia se pierde.

“La relación entre el psicoanálisis y la literatura-.leemos- es, de hecho, problemática. La de su conjunción es de alguna manera una supuesta comunión, complementariedad o alianza (…) Dice Masotta: La relación entre poesía y psicoanálisis es por supuesto imposible: pero yo pienso que tienen algo en común, es una barbaridad, todo el mundo lo sabe, pero es una empresa en la cual hay algo que debe ser destruido. Es la significación (…) Pero, en esa falta de relación entre él y ella-el psicoanálisis y la poesía-, Masotta arriesga algo: ” (2)

Considero que este apartado trata de eso mismo, en una permanente tensión entre el psicoanálisis y la literatura, las huellas de aquellas afirmaciones de Oscar Masotta en el taller de los hermanos Cedrón que el propio Enrique Acuña rescata en la revista Anamorfosis (Futuro anterior) conducen a una conversación política donde encontramos a Jorge Luis Borges, Macedonio Fernández, Jacques Lacan, Ezequiel Martínez Estrada, Leónidas Lamborghini, Sigmund Freud, Lewis Carroll, Osvaldo Lamborghini, Germán García, Charles Dogson, James Joyce, Mario Teruggi, Oscar Masotta, Vincent Van Gogh, Jacques-Alain Miller. La lista no es exhaustiva.

Ahora bien, en todos estos trabajos hay una premisa: se trata de artículos que hablan de y desde el psicoanálisis a partir de una afirmación de Sigmund Freud que- vuelvo una vez más a la singularidad- resuena: el poeta le lleva la delantera al psicoanalista o dicho de otro modo no hay psicoanálisis aplicado a la obra de arte o, en términos de Jacques Lacan: el cuadro es una trampa para cazar miradas.

Entre caer en la trampa y salir de ella, el articulador es aquí la caja de resonancia que escribe el consentimiento diferente de la literatura y del psicoanálisis al goce del sentido. Litoral entre leer y escribir.

Dice Borges “Arribo ahora al inefable centro de mi relato, empieza aquí mi desesperación de escritor. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten, ¿Cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca? (…) Lo que vieron mis ojos fue simultáneo, lo que transcribiré sucesivo”. Para Borges el infinito es al espacio lo que la eternidad al tiempo, un límite a lo contable.

“Aquí Borges se acerca más a Lacan-escribe Enrique Acuña-: su creación literaria enseña algo propio de la experiencia analítica como atravesamiento de la lengua propia hacia el universal del lenguaje: hay un necesario pasaje por las formas estéticas de la envoltura formal del síntoma (…) que una vez desenvuelto se transforma y permite dibujar lo real en juego” (3).

Acaso el detalle provocador de este apartado sea el que plantea las vacilaciones del nombre propio en la locura de Vincent Van Gogh. Leemos aquí la destreza argumentativa de un analista cuando sitúa el caso por su enseñanza al psicoanálisis a partir del amor pasión generado por una mujer que dice y la locura creacionista como respuesta. Lejos de la pasión clasificatoria que enseñaría sobre el caso, aquí es el caso el que enseña.

¿Qué enseña un análisis? Escuchar, leer hasta el límite de un atravesamiento, donde se suelta la satisfacción que estaba fijada a los significantes que comandaban la vida de alguien: audio (si) gozo sentido. Exquisita traducción masottiana del jouissence lacaniano.

¿Qué política en función de esa enseñanza? Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas es la verificación de la acción del analista y la intervención del psicoanálisis en los intersticios de la cultura para demostrar allí la eficacia de una experiencia donde los sonidos del silencio de cada uno pueden resonar en el campo del Otro.

Masotta una vez más, citado por Enrique Acuña: Lo imperdonable en Freud es que haya planteado que lo serio del hombre es que está estructurado como un chiste.


(*) Texto leído en la mesa de presentación de este libro en la ciudad de Posadas (Misiones) en el marco de las IV Jornadas de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. Octubre 2009. Participaron: María Isabel DÁndrea, Osvaldo Gomez y Lorena Danieluk, y Leticia Garcia con Enrique Acuña.-


Notas

(1). Acuña, Enrique. Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas. Edulp., La Plata; 2009. Pág 16.
(2) Ibid. Pág 144.
(3) Ibid. Pág 149.



El efecto terapéutico, algunas aproximaciones


El efecto terapéutico.
-Algunas aproximaciones-
(*)

Por Lorena Danieluk


Esta investigación se encontró orientada, en sus comienzos, por la pregunta respecto el efecto terapéutico, más precisamente, ¿Qué entendemos en psicoanálisis por esto?. Luego, esto se circunscribió a la investigación de este término en Freud.

¿Cómo se lee el efecto terapéutico, entonces en Freud, en sus distintos momentos teóricos?.

Y como todo en psicoanálisis casi siempre se trata de un hallazgo, más que de una búsqueda, este recorrido comienza, inexplicablemente por la iniciación del tratamiento, artículo Freudiano de 1913, que lleva como subtítulo la idea de “nuevos”consejos sobre la técnica del Psicoanálisis I.

En este momento Freud indicaba la importancia de esperar el establecimiento de la transferencia como resistencia para comenzar a hacer devoluciones al paciente. Momento fecundo que indicaba que la transferencia había sido instalada.

Mientras que las comunicaciones subsiguientes debían realizarse cuando las resistencias se hubieran cancelado.

Evidentemente, Freud nota que el apuro por poner al paciente en conocimiento de lo olvidado por él, con la idea de llevar neurosis y tratamiento a su final, no traía aparejado el éxito esperado. Dice Freud “ni siquiera el recuerdo del trauma olvidado quería aparecer tras nuestra comunicación”. En ese punto indica focalizar en la elaboración de las resistencias. Por otra parte, serían también una brújula, ya que las resistencias serían mayor, en tanto mejor haya acertado el analista.

Cuestión esta que nos indica algo respecto de lo buscado por Freud: que lo olvidado aflore.

El motor de la terapia es el padecer del paciente y el deseo de sanar, no obstante esto solo es insuficiente, el tratamiento analítico - en tanto aporta los caminos que se deberán recorrer y la energía necesaria para hacer frente a las resistencias - es el complemento necesario.

En “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”, de 1912 (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis III). Surge la indicación de abstinencia por parte del analista. Y la cuestión se ve orientada, en relación al ejemplo que da Freud sobre una mujer, al hecho de que la misma estaría perturbada en su capacidad de amar por unas fijaciones libidinales infantiles. Ubica entonces como meta del tratamiento: el alcance de la libre disposición sobre esa función.

En Recuerdo, Repetición y Reelaboración, de 1914 (Nuevos consejos sobre la técnica del psicoanálisis II). Freud se plantea una síntesis, menciona la clínica de los orígenes, donde en la catarsis Breueriana, las metas eran recordar y abreaccionar. Focalizar en el momento de la formación del síntoma con el fin de hacer reproducir los procesos psíquicos de aquella operación. Con la ayuda del método hipnótico.

Luego pasó a primer plano la tarea de colegir desde las ocurrencias libres del analizado - tenemos aquí un cambio de método – aquello que él denegaba recordar. Se mantenía el enfoque en la situación de formación de síntoma.

Por último, se plasmó la técnica actual, donde el médico renuncia a focalizar en un problema determinado, estudia la superficie psíquica que el analizado presenta cada vez, y se vale de la interpretación para discernir las resistencias y hacerlas concientes.

Una vez que las resistencias son dominadas, el paciente narra con facilidad las situaciones, los nexos olvidados. Se llenan las lagunas del recuerdo.

¿Que sería esto que Freud propone como “nuevos” consejos, lo novedoso en relación a que?, ya que hasta aquí la meta parece ser la misma.

Evidentemente son “nuevos” consejos en relación a un escrito anterior “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”, donde Freud pretende que las reglas aquí expresadas se constituyan para crear en el médico el correlato de la regla analítica que se le solicita al paciente.

Enumera entonces como importantes:
  • Análisis para el analista, a fin de que sus propios complejos no se vuelvan puntos ciegos en su tarea.
  • Renunciar a la ambición terapéutica y pedagógica, entre otros
En la conferencia 28, “La terapia analítica”, de 1916 – 17.

Freud refiere que el neurótico es incapaz de gozar y producir (rendir). Lo primero por que su libido no esta dirigida a ningún objeto real, y lo segundo por que tiene que gastar energía en mantener a la libido en el estado de represión.

La tarea terapéutica consiste en desasir la libido de sus ligaduras provisionales y ponerla de nuevo al servicio del yo.

El mecanismo de la cura es presentado con las fórmulas de la teoría de la libido.

Los sueños, los fallidos, las ocurrencias libres sirven para colegir el sentido de los síntomas y descubrir la colocación de la libido. Nos muestran los deseos que cayeron bajo represión y los objetos a los cuales quedó aferrada la libido sustraída del yo.

El análisis de la transferencia es aquí fundamental, en el análisis ella es descompuesta en cada una de sus formas.

En la primera fase del tratamiento, la libido es forzada a pasar de los síntomas a la transferencia y concentrada allí, y en la segunda fase se libra batalla en torno de ese nuevo objeto – la pieza decisiva se ejecuta cuando en la relación con el médico, en la transferencia, se crean nuevas versiones de aquel viejo conflicto-.

Mediante el trabajo interpretativo, que traspone lo inconciente en conciente, el yo es engrosado a expensas de eso inconciente, se reconcilia con la libido y se inclina a concederle alguna satisfacción y su horror ante los reclamos de la libido se reduce a la posibilidad de neutralizar un monto parcial de ella mediante sublimación.

La finalización de la cura se daría cuando la transferencia es desmontada, el éxito sobreviene, no por sugestión, sino por la superación de las resistencias ejecutada con ayuda del médico.

El límite para esta labor, estaría dado en la falta de movilidad de la libido para abandonar sus objetos, y en la rigidez del narcisismo que no permitiría que se establezca la transferencia.

Por lo tanto teoría de la libido y análisis de la transferencia son aquí decisivos para lograr el consabido efecto terapéutico.

En 1919, Freud escribe uno de los últimos de sus artículos puramente técnicos,” Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica” – lo novedoso insiste-. Se publicaron dos más casi veinte años más tarde (Análisis terminable e interminable, Construcciones en el análisis, de 1937).

En 1919, se plantea la cuestión del método activo que posteriormente se adjudica a Ferenczi. En relación a esta actividad aparece una referencia a lo acontecido con el Hombre de los Lobos, en el momento en que Freud decide que el análisis debía finalizar según un plazo ya establecido.

Posteriormente esta actividad se liga en el texto a la recomendación de que la cura debe realizarse en un estado de privación (abstinencia). Esto se vincula con la dinámica de contracción de la enfermedad y su restablecimiento. Entonces la actividad del médico debe exteriorizarse en una enérgica intervención contra la satisfacción sustitutiva. El enfermo busca la satisfacción, sobre todo en la cura misma, dentro de la relación de transferencia con el médico.

Freud agrega que la técnica no puede ser la misma en la histeria, que en las fobias, que en las acciones obsesivas – estas últimas requerirán de mayor actividad del médico con el fin de que afloren las comunicaciones-.

Luego del viraje teórico de 1920:

En Análisis terminable e interminable – 1937-, el artículo deja cierto pesimismo en relación a la eficacia terapéutica del Psicoanálisis. Se destacan sus limitaciones y los obstáculos que se levantan en su camino.

Se nota la preocupación de Freud respecto la posibilidad de abreviación de la cura analítica. Retoma lo acontecido en el caso del Hombre de los lobos, (la fijación de un plazo), pero cree que no siempre trae aparejado el éxito esperado, en tanto bajo la compulsión de la amenaza una parte del material se vuelve asequible, otra permanece retenida.

Comienza entonces a preguntarse que se entiende por “final de análisis”, plantea que este se dará cuando el paciente no padezca ya de sus síntomas, y cuando el analista juzgue haber hecho conciente en el enfermo tanto de lo reprimido, eliminado las inhibiciones, que no quepa temer que se repitan los procesos patológicos en cuestión.

Ahora, ¿es posible que por medio del análisis se logre este grado de normalidad?. En este punto recurre a la etiología de la neurosis como causación mixta, es decir donde participan:
  • factores constitucionales. Pulsiones hiperintensas.
  • factores accidentales. Efecto de unos traumas tempranos.

Sólo en el caso con predominio traumático conseguirá el análisis aquello de lo que es capaz. Por otra parte plantea la idea de separar teoría de práctica, es decir lo que plantea la teoría como ideal y aquello que se da en la práctica como posible.

Respecto la posibilidad de tramitación de un conflicto de la pulsión con el yo. Cree que el análisis puede producir un domeñamiento de la pulsión, es decir que la pulsión es admitida en su totalidad dentro de la armonía del yo, ya no sigue más su camino propio hacia la satisfacción.

Importante tener en cuenta la “intensidad” de la exigencia pulsional – factor económico -. En este punto la rectificación, con posterioridad del proceso represivo originario, la cual pone término al hiperpoder del factor cuantitativo, sería la operación genuina de la terapia analítica.

No obstante, esta posibilidad no suele darse regularmente en la práctica.

Por lo tanto el factor cuantitativo, por el cual se hubo de recurrir a un análisis, es ahora también el que pone límite a la eficacia analítica.

Por el mismo motivo, Freud cree que es imposible la psicoprofilaxis. Es decir que si un factor pulsional no es actual, no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis.

Así mismo, llega a la conclusión que tal tramitación o pedido de domeñamiento pulsional, sólo es posible en la neurosis, no así en la psicosis. Se deduce, entonces que el efecto terapéutico no será el mismo en neurosis y psicosis.

Alude también a una conferencia de Ferenczi de 1927, “El problema de la terminación de los análisis”, este señala que la meta no sería la abreviación de un análisis sino su profundización. Como así también, resulta importante que el analista se haya analizado, que haya aprendido de sus errores y cobrado imperio sobre los puntos débiles de su personalidad.

Es evidente, dice Freud, que el analista debe ser un hombre perfecto. A tal efecto un análisis didáctico habrá alcanzado su meta si instila en el aprendiz la firme convicción en la existencia de lo inconciente, le enseña en una primera muestra la técnica únicamente acreditada en la actividad analítica.

No obstante, la idea no es aseverar que el análisis sea un trabajo sin conclusión.

Hay un punto que resiste, para la mujer será la envidia de pene, es decir el querer alcanzar la posesión de un genital masculino y para el hombre la amenaza de castración, es decir la revuelta contra su actitud pasiva o femenina hacia otro hombre. Ambas cuestiones caen bajo la represión, o sea, que aquello que sucumbe a la represión es lo propio del sexo contrario.

Casi siempre, se tiene la sensación de que cuando se llega al deseo de pene y a la protesta masculina, se arriba a la roca de base, de este modo al término de la actividad analítica.

Hasta aquí se tiene la idea de que el efecto terapéutico, a lo largo de la obra de Freud, es el mismo, aunque iría tomando diferentes matices en función con el avance de la doctrina. Quiero decir que la escencia sería la misma, hay una especie de horizonte donde reposa un ideal de curación que se desdibuja a la altura de análisis terminable /interminable.

Así, hacer conciente lo inconciente, llenar las lagunas del recuerdo, recuperar la capacidad de gozar y producir – formulaciones teóricas entre 1912 a 1919-, se sustituyen por domeñamiento de las pulsiones, alteración del yo, etc. – posteriores a 1920-.

Podemos agregar también, que esto que Freud presenta como diferencia entre teoría y práctica, la primera como ideal y la segunda como probable – como lo que se constata posible en un análisis-, ya al final de sus obras coincidirían, es decir, la roca de la castración es no sólo el límite de la experiencia analítica, sino también de la teorización freudiana.

De todos modos, cuesta deducir que es esto que se traduce como E.T.

En “Construcciones en el análisis”, sustituye el término interpretación por el de construcción que cree más correcto para designar la labor del analista – este construye lo olvidado a partir de los girones, restos, que trae el analizado-.

Este artículo se vuelve fundamental, en tanto Freud muestra cómo las construcciones del analista, al ser comunicadas al paciente, si son acertadas, generan como efecto nuevas ocurrencias, sale a la luz material nuevo. De todos modos esta corroboración del efecto es siempre posterior.

Incluso menciona la posibilidad de que la reacción terapéutica negativa, ó el empeoramiento en la cura sean consecuencia de una construcción acertada.

Es decir que en lo asertivo de una interpretación el efecto podrá ser apertura o cierre del inconciente.

Entonces el E.T. se desplaza de aquello que se busca al final de una cura, a ser aquello que se puede constatar cada vez en la experiencia. Que además es singular, o sea no universal.

Según mi lectura el desplazamiento teórico mismo iría ilustrando las posibilidades practicas,- consecuente con el modo en que se forma un síntoma, es decir, por una doble sustitución: de representación (simbólico) y de una satisfacción (real)-; Freud creía que podía encontrar la representación reprimida, el trauma, solidario con esto empuja el dispositivo a la posibilidad de emergencia de las formaciones del inconciente, emergencia de la palabra. Allí mismo el dispositivo le mostraba ciertos “agujeros”, puntos indecibles, vacíos etc, pero evidentemente Freud y la doctrina misma necesitaban de un tiempo para que esto precipite, y pueda decir que en lugar de traducir todo lo reprimido siempre quedarán restos no tramitados.

El E.T. en Freud mismo de su propio descubrimiento fue ilustrar en su obra que cierto agotamiento de las palabras circunscriben un punto de vacío, el cual al ser bordeado por lo simbólico trae como consecuencia, como efecto, la modificación de ese real en juego.-

Por lo tanto el E.T. de un análisis será, en primera instancia singular, no se circunscribe solamente a atemperar la angustia, sino también permite a cada quien situar los agujeros desde los cuales habla. Un modo de hacer con la castración.-



(*) El presente trabajo surge como consecuencia del modulo de investigación “Actualidad de la clínica, respuestas de lo contemporáneo”, de la APM. Se presentó en las IV Jornadas Anuales de la A.P.M. 9 y 10 de octubre de 2009.


Bibliografía consultada:

FREUD, S. “Sobre la iniciación del tratamiento”. 1913. O.C. Amorrortu Editores. T XII.
FREUD, S. “Puntualizaciones sobre el amor de transferencia”. 1912. O.C. Amorrortu Edit. T XII.
FREUD, S. “Recordar, Repetir, Reelaborar”. 1914. O.C. Amorrortu Editores. T XII.
FREUD, S. “Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico”. 1912. O.C. Amorrortu Edit. T XII
FREUD, S. “Conferencia 28, La terapia analítica”. 1916/17. O.C. Amorrortu Edit. T XVI.
FREUD, S. “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”. 1919. O.C. Amorrortu Edit. T XVII.
FREUD, S. “Análisis terminable e interminable”. 1937. O.C. Amorrortu Edit. T XXIII.
FREUD, S. “Construcciones en el análisis”. 1937. O.C. Amorrortu Edit. T XXIII.


Recepciones y resonancias del psicoanálisis en la Argentina


Recepciones y resonancias del psicoanálisis en la Argentina
(*)

Por Rodrigo Cibils


Como pueden leer en el programa, elegí de título “Recepciones y resonancias del psicoanálisis en la Argentina” porque este estado de investigación es una consecuencia y continuación del trabajo presentado en las III Jornadas Anuales de la APM, realizada en el 2008. También incluyo la palabra “Resonancias” haciendo eco de la presentación que se va a realizar del libro de Enrique Acuña.

Este trabajo se desprende del Módulo de Investigación: “El psicoanálisis y los acontecimientos del discurso”, el cual tiene por objetivo investigar las condiciones que hacen posible la recepción del psicoanálisis y sus diferentes modos de transmisión. Partimos de la hipótesis según la cual se trata de una lectura de acontecimientos del discurso, no de los hechos a los que el discurso se refiere (1)

A meses de festejar los cien años de la entrada del psicoanálisis en la Argentina, notamos como en la actualidad se da una expansión de su terminología, y como sus términos han encontrado una gran difusión en el lenguaje corriente. Las Terapias Cognitivas Conductuales (TCC) se apropian y simplifican nociones del psicoanálisis, como sucede, por ejemplo, con el término “Complejo”. Esto nos muestra claramente Graciela Avram en su crítica documentada sobre “las terapias alternativas y los programas de autoayuda” (2), donde muy bien define a estas terapias como “sentido común disfrazadas de explicación”.

Hacia 1910 había un gran movimiento cultural y científico en nuestro país, y como parte de las actividades realizadas para celebrar el primer centenario de la revolución de mayo, se llevan a cabo diferentes congresos con una gran variedad de temas a tratarse. Se desarrolla el “Primer Congreso Femenino Internacional de la República Argentina”, precedida por la Dra. Cecilia Grierson, primera médica argentina egresada en 1889 de la UBA. También se lleva a cabo en Buenos Aires el “Primer Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene”, y es en este congreso donde el psicoanálisis entra en nuestro país de la mano del Dr. Germán Greve, con su trabajo titulado “Sobre Psicología y Psicoterapia de ciertos Estados Angustiosos” presentado ante la sección de “Neurología, Psiquiatría, Antropología y Medicina Legal” o como también se la designo “Medicina y sus Clínicas”. Casi la totalidad de los trabajos presentados en el congreso dan cuenta de temas netamente médicos (sífilis, colitis, tétano, cáncer, anemia, etc.), y en este contexto médico, es que Greve desarrolla su tema, “Introduce la Peste en Buenos Aires” como diría Nasio de Masotta.

Germán Greve era de ascendencia alemana y nació en Valparaíso en el año 1869. En 1893, luego de recibirse de médico y de farmacéutico, viajo a Alemania donde se especializó en enfermedades nerviosas y mentales. En su regreso a Chile, se dedico a la práctica privada en neurología y psiquiatría. Tal vez, podríamos pensar que en su viaje a Alemania tomo contacto con los textos freudianos, pudiendo leerlos en sus ediciones originales en alemán.

En su exposición, Greve desarrolla un resumen de la teoría de Freud dando cuenta de una atenta lectura de sus trabajos, también expone como Freud trabaja con sus pacientes y explica en qué consiste la regla fundamental del psicoanálisis. Expone que teoría y práctica se articulan y modifican mutuamente, dice Greve: “…con las variaciones en la concepción de la teoría, ha ido variando, en partes más o menos importantes, el método curativo que de ella desprende, y su historia está de tal manera ligada con la de la evolución de la teoría, que se hace materialmente imposible mantenerlas separadas en su estudio” (3).

Germán Greve no explicita la bibliografía, pero se puede deducir, dice Eduardo Romero, que toma como referencia trabajos como “La herencia y la etiología de las neurosis”, “Estudio sobre la histeria”, “La interpretación de los sueños”, “Nuevas puntualizaciones sobre las neuropsicosis de defensa”, en donde se basa para describir la trayectoria de la neurosis obsesiva, “Psicopatología de la vida cotidiana” y “Tres ensayos de teoría sexual”, desde donde introduce la “sexualidad infantil”, tema controvertido y polémico para la época, como así también la idea de cuerpo fragmentado en zonas erógenas. Germán García dice que Greve sitúa, desde el comienzo, su exposición en torno al “cuerpo erógeno” oponiéndolo al cuerpo de la medicina.

A esto, dice Greve, “…la teoría más rudamente combatida, sin duda, es la del profesor vienes Freud; la importancia que da a la sexualidad en la génesis de la neurosis, es la causa de los más acerbos ataques en gran parte anticientíficos y prejuiciosos…” (4).

La presentación sobre los conceptos psicoanalíticos que hace Germán Greve produce una inscripción en nuestro país, en nuestra cultura, y por lo tanto, no se lo puede tratar como “non arrivée”, como no acontecido, más bien este hecho adquiere estatuto de “acontecimiento”. Lo certifica Freud en su artículo de 1914, “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”. Además, hay que considerar el éxito que tuvo su exposición, las consecuencias se manifestaron en publicaciones locales como “ecos” de su disertación. Por ejemplo, en 1926 Enrique Mouchet escribe una crítica, “La significación del psicoanálisis”, y en 1929 Gregorio Bermann escribe “Psicología del Narcisismo”, ambos publicados en “La semana médica”.

Eduardo Romero, evidentemente tomando un libro documentado de Germán García, afirma que a partir de su entrada se trato de debilitar al psicoanálisis, asociándola con otras prácticas ajenas a la medicina asegurándose así la exclusión de su discusión en los ámbitos científicos nacionales. Para luego, que en un segundo momento, habiendo el psicoanálisis vencido algunos prejuicios respecto de su eficacia, sea la medicina quien reclame, como por un derecho divino, la exclusividad de su práctica.

En una entrevista que le realizó Viereck a Freud en 1926, y que se publico en Virtualia, Freud dice, “la historia, esa vieja plagiadora, se repite después de cada descubrimiento. Los doctores combaten cada nueva verdad en el comienzo, después procuran monopolizarla” (5).

Pero no todo ha sido “color de rosas” de Greve hacia el psicoanálisis, recordemos que en 1943 publica un libro caótico que lleva por nombre “La debilidad de la voluntad”, volviéndose “débil” la mano que alguna vez le tendió al psicoanálisis.


Así como Greve introduce la doctrina de Freud en nuestro país, es Emilio Pizarro Crespo en 1936 quien cita por primera vez en forma reiterada a Jacques Lacan, en un trabajo sobre “Las neurosis obsesivas y las fobias”, publicado en la revista “Psicoterapia”. Hay que recordar que Pizarro Crespo sigue el mismo camino que Greve con Freud, encuentran y luego reniegan del psicoanálisis.

Cuando digo que Pizarro Crespo fue el primero en citar a Lacan remarco la palabra “citar”, operación distinta a la de “introducir”, siendo Masotta quien introduce a Lacan en un Retorno a Freud desde 1959 hasta su muerte en 1979.

En 1959 en el Nº 13 de la Revista Centro, en donde Masotta era colaborador, se explaya y menciona por primera vez a Lacan en una nota al pie donde hace referencia a la importancia institucional, política y epistémica de Lacan. El articulo lleva por nombre “La fenomenología de Sartre y un trabajo de Daniel Lagache”, que luego fue incluido en el capitulo “Filosofía y psicoanálisis” de su libro “Conciencia y estructura”.

En la nota se aclara el origen de “La psychanalyse” (Nº1, 1956), revista en la que se había publicado el trabajo de Lagache al que Masotta hacía referencia en el titulo.

En esta nota, Masotta se refiere a la “Escisión del ‘53”, a partir de la cual Lacan y Lagache fundan la Sociedad Francesa de Psicoanálisis. Dice Masotta, “…la crisis interna se produce por dos órdenes de razones. Por un lado, el modo de entender la formación del psicoanalista… (mas adelante dice Masotta) …pero las otras razones también existen…lo que denuncian los lacanianos es cierto positivismo y la pasividad del psicoanálisis francés ante la penetración del culturalismo norteamericano…contraponiendo una vuelta a Freud…” (6).

Y efectivamente (continua diciendo Masotta), la escisión se produce menos a raíz de discusiones teóricas, que con motivo de la organización de las condiciones y de los planes de estudio de un nuevo instituto” (7).

Ya a finales de 1959 Masotta empieza a vivir una “agonía de a dos” cuando su padre enferma de leucemia. Con la muerte del padre sobreviene una crisis en Masotta, y en 1960 se despide de su padre como así también se va despidiendo, de manera simbólica, de la filosofía de Sartre, a partir de lo cual empieza a frecuentar el psicoanálisis de manera más decidida. Dice Masotta, “Tuve entonces que buscarme un psicoanalista. Y me pase un año discutiendo con él sobre si mi enfermedad era una histeria o una esquizofrenia…” (8).

El Retorno a Freud producido por la lectura de Lacan comienza el 12 de Marzo de 1964, con una conferencia que realiza Masotta en el Instituto de Psiquiatría Social de Pichón Riviere. Hay que tener en cuenta que los “Escritos” de Lacan se publicaron en libro en 1966, antes los artículos de Lacan circulaban en revistas especializadas, y fue el mismo Pichón Riviere, dice Germán García, que “le enseño a Masotta lo que en realidad no sabía (como Charcot le enseño lo que no sabía a Freud), que le haya proporcionado aquellos artículos de Lacan que alguna vez habrá leído” (9).

Más adelante, en 1974, luego de diez años de la fundación de la Escuela Freudiana de París, Oscar Masotta crea su escuela, la Escuela Freudiana de Buenos Aires como “parodia” de la escuela lacaniana. Imitación que no es una copia, ya que la imitación a diferencia de la copia no se deja dominar por el habla y la lengua del otro, como cita Germán García. Con palabras de Masotta, “…hemos aprendido que también podríamos parodiar la experiencia lacaniana real, parodiar una Ecole…” (10). Fue la primera escuela de orientación lacaniana que existió en los países de nuestra lengua. Enrique Acuña en su artículo “Declinaciones de un sobreviviente” dice, “tanto el primer congreso lacaniano del 1969 después de su conferencia en el Instituto de Pichón Rivière (1964) como “Lecciones introductorias”, y las clases del Di Tella van preparando el acto de fundación de una Escuela Freudiana de Buenos Aires en 1974 que nacía con la conciencia de ser parodia de la de Lacan y no un invento, aunque era ‘nuestra y original’” (11).

En 1975, cuando Masotta ya se encuentra instalado en Europa luego de su exilio, presenta antes los miembros de L’ Ecole Freudienne de París, y ante Lacan, la Escuela Freudiana de Buenos Aires. Como dice Masotta, se trataba de nombrar nombres, “...la Escuela Freudiana de Buenos Aires fue nombrada ante Lacan y ante L’ Ecole” (12). De esta manera, cumplió su misión, su “escuela” había sido reconocida.

En 1979, unos meses antes de su muerte, se produce la escisión de la escuela masottiana, a raíz de causas estrictamente políticas, la cual quedó dividida por jerarquías y grados, “médicos “clínicos” en el refugio jurídico (dice Enrique Acuña), laicos “teóricos”, refugiados en la doctrina” (13).

Más adelante, continua diciendo Enrique Acuña, “el tiempo como duración efectiva del lacanismo va desde 1969 a 1974 como entrada. Luego devino cierta instalación de ese discurso hasta la escisión de la EFBA de 1979, efecto real de la represión que actuó sobre los futuros analistas. Ese tiempo concluye en 1984, luego de la reunión de Caracas (en donde se puso en acto una política de olvido de la enseñanza de Masotta) y la muerte de Lacan, con el ejercicio de una nueva institucionalización -en democracia- cuando se realiza el III Encuentro del Campo Freudiano en Buenos Aires, y se relanza otra época con la llegada de J.-A. Miller y el retorno de algunos analistas exilados como Germán García entre muchos” (14).

Para finalizar, podría pensar a partir de lo que nos enseño Masotta, que “…lo que sostiene al psicoanálisis en la actualidad, no es la teoría, sino la política…”, cuestión que resalta Germán García sobre la persona de Masotta al definirlo como un “político del psicoanálisis” (15).


(*) Texto leído en las IV Jornadas de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. Octubre 2009


Notas

(1) Confrontar con García, Germán Leopoldo. La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Obstáculos y perspectivas. Ediciones Altazor. 1978. Buenos Aires.

(2) Avram, Graciela. Terapias y terapeutas. El fin del psicoanálisis no ha tenido lugar. Ediciones Grama. 2005.

(3) Dr. Germán Greve. “Sobre Psicología y Psicoterapia de ciertos Estados angustiosos”. En “Actas y archivos del Primer Congreso Internacional Americano de Medicina e Higiene” Compilación del Dr. Luis Agote. Archivos de la Biblioteca para graduados y profesionales de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Extraído del artículo de Eduardo Romero, “Hacia el primer centenario del psicoanálisis en la Argentina. 1910: el poder de la palabra vs el ejercicio del poder”.

(4) García, Germán. La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Editorial Catálogos. 2005. Pág. 181.

(5) George Sylvester Viereck. Entrevista a Sigmund Freud. 1926. Publicado en Virtualia Nº15, Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacaniana.

(6) Masotta, Oscar. Conciencia y estructura. Editorial Jorge Alvarez. Buenos Aires. 1968.

(7) Idem.

(8) Idem.

(9) García, Germán. La entrada del psicoanálisis en la Argentina. Editorial Catálogos. 2005. Pág 259.

(10) Izaguirre, Marcelo. Oscar Masotta. El revés de la trama. Atuel. Buenos Aires. 1999.

(11) Acuña, Enrique. Declinaciones de un sobreviviente. Resistencia del psicoanálisis a la represión.

(12) Izaguirre, Marcelo. Oscar Masotta. El revés de la trama. Atuel. Buenos Aires. 1999.

(13) Acuña, Enrique. Declinaciones de un sobreviviente. Resistencia del psicoanálisis a la represión.

(14) Idem.

(15) García, Germán. Oscar Masotta. Lecturas Críticas. Atuel-Anáfora. Buenos Aires. 2000.



El derecho y el revés


El derecho y el revés

Claudia Espínola


Lo que sigue se enmarca en el módulo de investigación que lleva por nombre Psicoanálisis y salud pública, iniciado en este año. Mi hipótesis de base y que pretendo cuestionar es que en la actualidad –tomando palabras de Erik Laurent- “todo malestar se vuelve susceptible de un tratamiento medicamentoso”, lo cual vehiculiza un pedido de respuesta de la población en tal sentido (en el lenguaje de este Otro social) designado como el mercado y/o el Estado.

Por lo tanto se plantean dos ejes: por un lado qué argumentos avalan la cuestión de la medicación como tratamiento y por otro cuál es la respuesta del Estado -ubicando en ellos la posición del Psicoanálisis.



Estado de cosas


El sistema de Salud en nuestro país se compone de subsectores: público, privado y de obras sociales. En esta ocasión no he de referirme a la Salud pública como articulada a alguno de estos sectores sino como la consideración de la noción de salud de la población. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en 1946, define a la salud como “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades”. Este ideal de salud se instala como derecho y se articula a los objetivos a los que tienden las naciones. En virtud de ello es pertinente sondear qué función asume el Estado argentino.


En las políticas de Estado queda expresado: “el Estado debe asumir un rol articulador y regulador de la salud pública integral sumando los esfuerzos de los subsectores públicos provinciales y nacionales, privados y de obras sociales, orientado a consolidar las acciones que posibiliten generar accesibilidad a las prestaciones médicas y a los medicamentos para toda la población”. Asimismo se plantea como estrategia la atención primaria de salud “para avanzar en la tarea de prevención”. Este criterio, de prevención, se pretende extrapolar al campo de la salud mental, lo cual resulta inapropiado cuando del deseo se trata.


Continúo citando: “Por medio de la coordinación de los esfuerzos de las distintas jurisdicciones y con un enfoque centrado en la búsqueda de la salud para toda la población, se encaran los problemas desde la eficiencia. Apuntando –dice- a un sistema más justo, con igualdad de oportunidades para toda la población, equilibrando las grandes diferencias”. Entonces, en pos de la igualdad de condiciones surge el Programa Remediar que prevé suministrar medicamentos genéricos recetados en los CAPS a todo aquél que sea atendido y no posea obra social o bien no pueda comprarlos.


Pero ¿será siempre necesario medicar? ¿A todo paciente? Pareciera que se olvida incluso el tan nombrado “efecto placebo”. Por otro lado me pregunto ¿con qué se articula esta búsqueda de la salud para toda la población? ¿Desde cuándo funciona -en la Argentina- esa lógica?


Esto parece ir de la mano de la Democracia como forma de gobierno. Nuestro país ha pasado históricamente por períodos de guerras civiles, de democracia alternada por golpes de Estado y gobiernos militares, para luego retomar el sistema democrático.


Alain Ehrenberg toma a Claude Lefort para decir que “la democracia es una ‘forma de sociedad’ que no descansa en otra cosa que en la soberanía del individuo, en este enigma que consiste en fundarse libremente a sí mismo en el lazo igualitario con el prójimo”.


Si bien cada individuo es soberano (es decir que posee autoridad suprema) y es libre, no podría haber una sociedad de soberanos que no terminara por la auto-aniquilación por lo que habrá de mediar entre ellos la ley. Hay una igualdad ante la Ley, es ella quien media y a la vez dosifica esas libertades, aun a costo de ir en contra de las mismas. Sucede por ejemplo que “la cuestión de la droga” se constituye como “una interrogación acerca de los límites de la libertad y de la esfera privada en la civilización democrática”. Lo concerniente a la cuestión de lo público, según la OMS se vincula a los objetivos y acciones de trabajo en y con la comunidad. Ahora bien qué es lo que se hace público y qué pertenece a lo privado – se pone en evidencia un halo de tensión entre lo universal de la ley y lo singular del sujeto.


La salud como derecho es proclamado y reclamado en su restablecimiento si estuviera en déficit. De esta manera, aquel que se incluye en un grupo de damnificados (víctimas) de un acontecimiento externo “se dirige al otro social y dice sus síntomas en ese código que el prestador social le ofrece” decía Acuña en Dialéctica del perjudicado y el prestador. A pesar de tal reclamo, sabemos que el que padece no siempre desea recuperar la salud perdida, bien podría demandar ser avalado en su enfermedad. He aquí la brecha que existe entre la demanda y el deseo.


El prestador asistencialista avala la posición de extrañamiento de aquello que le ocurre al sufriente, allí donde la presencia del analista señalaría en cambio su responsabilidad.


Dice Enrique Acuña “En este nuevo siglo donde se privilegia la eficacia cuantitativa, se podría hablar de una clínica del derecho a la salud, como nueva metáfora de lo jurídico sobre la medicina, en la figura del Perjudicado. Así la salud mental y las terapias están a caballo entre el derecho y la medicina, entre la ficción jurídica de normas y el derecho a la salud.”


Tenemos entonces, ciertas normativas (citadas anteriormente) que tienden a la salud para todos en pos de la igualdad, y dejan de lado la cuestión del sujeto en su singularidad. Es en este costado que entra en juego la función del psicoanalista.



Sobre el tratamiento medicamentoso


En función del primer eje planteado, podemos nombrar cambios en el abordaje de la salud mental que culminaron en la medicación de los malestares más variados. Eric Laurent en su libro “Psicoanálisis y Salud Mental” pone en serie los cambios ocurridos en la clínica, dice: “Freud toma la psiquiatría clásica y la adapta a su experiencia. En un segundo movimiento Freud introduce el narcisismo (…) lo cual hace que haya una subversión de la clasificación clínica psiquiátrica. La clínica de la mirada es transformada en principio por las prácticas jurídicas y humanistas, y luego es la clínica de la medicación la que cambia la sensibilidad del siglo. Se opera un retorno de la psiquiatría en la medicina. A las clínicas tradicionales se agregarán las clínicas de la epidemiología, la bioquímica, las esperanzas genéticas. A todo esto la Asociación Psiquiátrica Americana propone ese montaje teórico que se revela como bricollage taxonómico que es el DSM, con una máscara tranquilizadora de la búsqueda de una lengua epidemiológica única”.


Encontramos que en los organismos de gestión pública o privada, en la que se incluyen las obras sociales, en lo atinente a la Salud mental de la población, se impone diagnosticar el malestar de un paciente según los parámetros del citado DSM; delimitando síntomas aislados en síndromes y trastornos en desmedro de las posibilidades de estructura que nos enseña el psicoanálisis. Por otro lado, sabemos con Lacan que más allá de la definición nosográfica del síntoma, lo interesante es su envoltura, su materialidad significante; “y hay que entender la envoltura formal como la materialidad misma del significante en obra, que trabaja, que parasita el cuerpo que sufre.” -dice Laurent-. Si pensamos el síntoma de ese modo, entonces –lo repito- ¿será siempre necesario medicar –teniendo en cuenta la ley que regula el para todos?


Otra de las cuestiones que avalan el uso de la medicación se entrama a los avances de las neurociencias. Éstas plantean que los trastornos psíquicos están relacionados con las actividades eléctricas y químicas de las células nerviosas, y por ello es posible tratar esas anomalías con el medicamento correspondiente. Si en última instancia la patología se reduce a sustancias es comprensible que el tratamiento sea por medio de sustancias.


Pero resulta que el cuerpo no es solo un organismo biológico en el que intervienen fluidos y sustancias químicas, por lo que no siempre la medicación actúa del modo previsto, o bien sucede que una capsula que contiene una sustancia inocua (placebo) puede muchas veces producir igual resultado.


Vale el ejemplo del empleo del fármaco Fluoxetina (conocido como Prozac, y muy utilizado a fines de los ’80 y ’90, y aun hoy administrado por ejemplo con el uso de Foxetin). A este fármaco se le dotó de grandes expectativas y se rubricó con propiedades antidepresivas (ha sido –y es- indicado para tratar lo que los médicos denominan como “depresión, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), bulimia, trastornos de pánico y trastorno disfórico premenstrual”; también lo emplean para el tratamiento del alcoholismo, migrañas y otros síntomas). Pasado un tiempo atrajo la desconfianza de unos cuantos al considerar su comparación con el placebo (que en el 40% de los casos conseguía resultados esperados).


Cabe oponer entonces la noción psicoanalítica de cuerpo erógeno –el cual se apoya en un organismo pero se desprende de él- y la transferencia como herramienta de abordaje. Este cuerpo erógeno se trata de un cuerpo delineado con palabras, que los dichos del paciente no terminan de aprehender, algo se escapa y perdura.


Ya en 1890 Freud destaca el “poder ensalmador” que tienen las palabras, dice “las palabras son buenos medios para provocar alteraciones anímicas en aquel a quien van dirigidas y por eso no suena enigmático aseverar que el ensalmo de la palabra puede eliminar fenómenos patológicos”. Sucede que en el síntoma se pone en juego la estructura de lenguaje y lo que lo excede. Si está hecho de palabras, con ellas debe trabajarse implicando al hablante en su decir.



(*) Texto leído en las IV Jornadas de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones. Octubre 2009.



Bibliografía:


- Acuña, Enrique. Dialéctica del perjudicado y el prestador. Microscopía Nº 71. aplp. Biblioteca freudiana. Diciembre de 2007


- Ehernberg, Alain (dir.). Individuos bajo influencia: Drogas, alcoholes, medicamentos psicotrópicos. Ediciones Nueva Visión. Buenos Aires. 1994


- Freud, Sigmund. Tratamiento psíquico (Tratamiento del alma) 1890. Amorrortu editores. Vol 1. Buenos Aires, 2004.


- Lacan, Jacques. Psicoanálisis y medicina. Intervenciones y textos 1.


- Laurent, Eric. Psicoanálisis y Salud Mental. Editorial Tres Haches. Buenos Aires, año 2000.


- Pag web del Ministerio de Salud, presidencia de la nación: http://www.msal.gov.ar/htm/site_nuevo/default.asp