Comentario sobre el libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña


Comentario sobre el libro "Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)" de Enrique Acuña

Por María Isabel D`Andrea

Agradezco poder participar en la presentación de este libro en esta ciudad de Posadas, donde sin duda la enseñanza del Psicoanálisis ha producido sus efectos en el medio.
El libro “Resonancia y Silencio (Psicoanálisis y otras poéticas)” es una invitación a la lectura de puntos que son principales en Psicoanálisis.
Su autor, Enrique Acuña, propone un recorrido tocando temas de actualidad en articulación con la teorización siempre vigente del Psicoanálisis.
Cabe destacar que Enrique Acuña es un verdadero propulsor de la enseñanza del Psicoanálisis, y de la formación de analistas, sobre todo en este medio local.

El libro está atravesado por una pregunta: ¿A qué nuevo silencio se ve conducido el analista que escucha la resonancia de las palabras? Es una pregunta eje que recorre todo el libro y va llevando al lector a bordear la interpretación analítica en su límite con la enfermedad del sentido.

Me detendré en el segundo apartado del libro que se denomina Horizontes cercanos. Dicho apartado se encuentra constituido por seis intervenciones hechas por el autor en diferentes contextos y épocas.
Nos va a ir haciendo pensar en esa lógica de la inclusión y la exclusión del sujeto en un contexto social.

Se resalta en el libro que el Psicoanálisis responde al horizonte de su tiempo al considerar como se vive la pulsión de cada época. Se puede intervenir en los hechos sociales cuando hay silencio. Por ello podemos interpretar sobre un sujeto que no es la masa social, pero que se extrae de ese colectivo.
Hoy nos encontramos con la promoción del hombre escéptico. Tenemos así hombres consumidores y hombres ciudadanos. Ello tiene vital importancia en el Psicoanálisis ya que los síntomas actualmente tienen una envoltura determinada por el discurso social. Así asistimos por ejemplo, a la desaparición de la categoría de la histeria en las nosografías médicas, pero observamos el incremento de anorexias, bulimias, depresión, adicciones, etc.

Hay algo de lo viejo en lo nuevo del mundo, dice el autor, y eso hace posible conectar el lenguaje a un goce vía el síntoma que perdura.
Otros autores plantean lecturas donde los sujetos son “víctimas” de lo social que cada vez se presenta como más catastrófico.
Y es que el Nuevo mundo propone un sujeto sin culpa, que reclama siempre sus derechos. Por ende, un sujeto des-responsabilizado.
El analista podría interpretar los acontecimientos a partir de lo que enseña el acto como subversión del sentido. Responder al inconsciente manifestando en el lazo social implica la posibilidad del psicoanálisis de abrir la distancia con el ideal de funcionamiento social de cada época.

Acuña destaca que el psicoanálisis sobrevive en la época de la alianza entre la ciencia y el mercado en su malentendido: siendo ya parte de la cultura, puede ser un extranjero de ella.
Lacan apunta al psicoanálisis como un discurso de salida del capitalismo. Este discurso capitalista promueve un porvenir de mercados comunes. En cambio los analistas son objetos producidos por la operación interna del dispositivo. Por ello un analista se reconocerá por las pruebas de su análisis, y no por un examen académico.

El autor del libro cita a J. A. Miller, el cual diagnostica la actual crisis de lo real como un momento de incertidumbre en el que se creería que el Otro de lo simbólico no existe. Frente a ello, los semblantes se multiplican produciendo nuevas ofertas de satisfacción, a la vez que la nominación de esos goces particulares y diferentes construyen las formas de universales homogéneos.
La cultura de masas se vaticina como la muerte de la poesía, en tanto ésta es una forma de resistencia del sujeto como una singular soledad subjetiva. Esta cultura está mediatizada por los medios de información. Así lo que se llama imaginario social se fragmenta según intereses del colectivo político, económico, e incluso de las mayorías o minorías sexuales, pero que responden a nuevas tecnologías del yo que quieren fortalecerse en la identidad.
Es interesante pensar este momento comunicativo como un tiempo donde predominan no tanto los medios como las mediaciones simbólicas que éstos producen. (web, chat, etc.).
Acuña plantea que desde los meteoros de Descartes, donde la ciencia descubre la naturaleza de las semblanzas y la realidad que construyen los discursos hasta la era de Internet, algo ha cambiando.

En ese movimiento, el psicoanálisis puede existir siempre que pueda captar la singular soledad subjetiva como un pasaje de lo ilusorio a lo real, de la máquina técnica a la máquina del fantasma que, desarmada dentro de un dispositivo específico, aísla un vacío real desde donde se ordena una nueva realidad.
Una parte importante de estos capítulos está destinada a la reflexión sobre la formación de analistas y el dispositivo la Escuela fundada por Lacan. Hace falta una experiencia clínica que se transmite en su particularidad bajo el control de los pares. Esto es lo que distingue a un analista: el hecho de que tiene la experiencia radical de la cura.

Un capítulo muy importante del libro está dedicado a Oscar Masotta. Se propone una versión de su exilio como momento fundante de escuelas y bibliotecas donde pueda transmitir la enseñanza del psicoanálisis, un discurso que insiste en realizarse. Se rescata al Programa de Masotta, el cual articula los textos de Freud y Lacan y que ha sido organizador de dicha enseñanza.
Recordemos que Masotta deja la Argentina en un exilio obligado en 1975 y llega a Barcelona, según Acuña, teniendo como pasaporte un Programa de lectura de Freud que conduce al pensamiento de Lacan. Una verdadera posición política que es inaugural de un modo de enseñanza.
Siguiendo a Acuña, rescatamos la figura de Masotta quien ordena los textos desde el concepto de significante lacaniano para explicitar un orden de razones que permite el acceso a una lógica de los conceptos. Esto es hecho sin superponer a Freud con Lacan.
Masotta es descripto en su época como “un argentino con espíritu vanguardista”. Hay que destacar que este importante autor tuvo la importancia de plantear un contexto para el Psicoanálisis en España, donde no parecía una empresa intelectual atrayente. Dice Germán García que “el proyecto de Masotta no estaba plenamente desarrollado a su muerte en 1979. La Biblioteca se desarrolló conducida por Germán García”. Este grupo luego participará en la fundación que genera Jacques-Alain Miller como Escuela Europea de Psicoanálisis.
Con el regreso de Germán García a la Argentina, en diversas ciudades se crean las Bibliotecas Freudianas, las cuales realizaban así un cierto retorno a Masotta. Vemos entonces la importancia de este autor: el haber trascendido de modo transdiscursivo, y según el decir de Acuña, “haberse constituido como sujeto atópico: aquel que frente al valor del sacrificio ofrece la validez de su deseo cuando logra inventarse en un discurso que insiste en realizarse”.

Los capítulos del libro “Resonancia y Silencio” me parecen muy valiosos, ya que el lenguaje es claro y es notorio el apasionamiento del autor por los mismos.
Se consigue captar la atención del lector ya que permite pensar al Psicoanálisis dentro de contextos actuales.

Para culminar, me pareció significativo seguir al autor y citar a Lacan cuando evoca la pintura de Munch denominada El grito donde hay una boca que dice algo más: En el hueco abierto de un rostro/hay la boca, ahí el grito/ ay! silencios.