Pre-textos preparatorios... - "Aguasfuertes sexualis" - Por Gabriela Rodriguez


Pre-textos preparatorios

Hacia el II Encuentro de Psicoanalisis con la Historia y la cultura

LOS SINTOMAS DE LA CULTURA:
Insistencia del ¿quien soy?
-consumos, adicciones, cuerpos, identidades-


Misiones, Posadas, 25 de marzo, 15 hs. (Alianza Francesa).



Vuelve a aparecer en esta contribución al foro de pre-textos bajo la pluma de Gabriela Rodriguez la insistencia del ¿quién soy?. Desde la ciudad de La Plata nos llegan estas aguasfurtes sexualis donde la autora hace una puesta al día de la participación del psicoanálisis en las discusiones en torno al par género-identidad sexual.

¿Qué consecuencias podemos constatar a partir del reemplazo del sintagma diferencia sexual por el de diversidad sexual? Gabriela Rodriguez parte de las afirmaciones de un psicoanalista americano (Robert Stoller) donde la identidad sexual se reparte en sexo (biológico) y género (impronta social). Para Judith Butler (teórica feminista americana que inicia la llamada teoría queer) se tratará mas bien de un encubrimiento donde lo biológico sería natural y en consonancia con ello el género inmodificable (oposición naturaleza-cultura) y una exclusión ¿de qué?, de una serie de prácticas sexuales que no entran en ese reparto. Para Butler el sexo es tan construido como el género.

En tiempos de identidades efímeras cabe la pregunta sobre las construcciones actuales en torno a lo sexual donde lo diverso estaría en consonancia con el relativismo. El término identidad brilla aquí por proponer justamente la idea de movilidad efímera en contraposición a la supuesta fijeza de las identificaciones. Cuestión paradojica.

Las preguntas ¿qué es ser un hombre?, ¿qué es ser una mujer? siguen, sin embargo allí. ¿Propondrá el psicoanálisis una concepción meramente cosntructivista de la posición sexuada? ¿O bien, y en contraposición, es el psicoanálisis una versión esencialista como el relativismo cultural dice?

Christian Gómez



Aguasfuertes sexualis


La insistencia del ¿quién soy?, en nuestra actualidad efímera difícil de apresar, pone en juego en materia de sexualidad un significante: “diversidad sexual” que se propone en remplazo del gastado diferencia sexual. Nosotros, ya no victorianos, aunque igualmente empujados a hablar de sexo, somos presa de las discusiones que se abren paso en lo social sobre la reasignación del sexo o sobre el reconocimiento de la identidad de género. Ambas cuestiones traen a cuento una distinción, la que separa el sexo del género, y que ha dado lugar a discusiones en las humanidades desde su invención. El psicoanálisis que ha servido tanto de argumento como de blanco electivo de crítica, participa de estos debates aportando una respuesta que trastoca el binario sin mimetizarse con la atmósfera de época - contexto queer - teñida de un relativismo nominalista.

En los años 70´ un psicoanalista americano Robert Stoller proponía la división de la identidad sexual en sexo y género haciendo un lugar al enigma transexual y repartiendo lo que presumible correspondía a la biología diferenciado de la impronta social. Por su parte Lacan en su Seminario, lejos de ese binario y de las categorías a las que responde, construía lo que llamaría sexuación, como un proceso algo paradójico, pues se trata de una “decisión inconciente”, que pone la cuestión en una dimensión lógica, y que implica una inscripción en la función fálica que enlaza lo pulsional y el lenguaje. “La identificación sexual no consiste en creerse hombre o mujer” (1) podía afirmar Lacan en 1974, lo cual quiere decir que la posición sexuada no proviene de lo que el yo pueda predicar de sí, pero tampoco de una supuesta evidencia anatómica que solo toma un valor bajo dependencia del lenguaje. El sexo entendido como posición sexuada, ciertamente no es ni natural, ni anatómico, ni cromosómico, ni hormonal (2) – como señala Judith Butler, una teórica feminista americana, quién dio el puntapié inicial de la llamada teoría queer - pero sin embargo y en discusión con Butler, el psicoanálisis sostiene que tampoco es una mera construcción social, si bien tiene una historia hecha de identificaciones, la posición sexuada en cuanto modo de vivir la pulsión es un resultado que desmiente cualquier idea que suponga un presupuesto ontológico de base.

La noción de género sería elevada durante un tiempo al estatuto de una categoría útil en las academias, en especial para el feminismo, porque con su fuerza explicativa permitía situar “los modos posibles de atribución a los individuos de propiedades y funciones imaginariamente dependientes de su sexo” (3). Sin embargo se permanecía en el terreno de la asignación de atributos sin considerar la dimensión pulsional que interesa al psicoanálisis. El sujeto en el origen es un polo de atributos por venir (4), y serán una serie de significantes ligados a un discurso los que le caerán encima, por así decir, abriendo el campo de las identificaciones que son parciales. Si bien estas remedian la división subjetiva que causa el lenguaje y se articulan a la insistencia del ¿quién soy? que preside este Encuentro, desorientan en cuanto a la pulsión y su objeto, que como un resto vuelve a dividir al sujeto. Lo que la identificación no satisface, se expresa como “malestar de género”- puesto en pie de igualdad con el malestar en la cultura freudiano - .

La operación de atribución referida que el género conlleva, será leída por J. Butler como una acción performativa, valiéndose de un término de Austin. En la discontinuidad establecida entre cuerpo sexuado y género culturalmente construido, que reproduce la oposición naturaleza / cultura, algo se encubre y algo se excluye sostiene la autora. Lo que se encubre es que con ello se otorga al primero un carácter natural, y al segundo la condición de inmodificable. Lo que se excluye son una serie de prácticas sexuales que contradicen, no se avienen a ese reparto. A Butler le interesa mostrar por un lado el carácter de artificio vago del género, una performance – aquí el travestismo es el paradigma - y por otro, sostener que el sexo es una categoría tan construida como la de género, pues la oposición binaria de los sexos se establece como resultado de los discursos y su acción, con sus intereses políticos y sociales. Huelga decir que su planteo es de inspiración foucaultiana. En los 90´, tras más de una década de validez, la categoría de género sería puesta en tela de juicio al son de una serie de prácticas sexuales calificadas como no- normativas, que según Butler, consiguen abrir los interrogantes que atañen a la sexualidad: ¿qué es ser un hombre?, ¿qué es ser una mujer?. Las preguntas que son también preguntas que el psicoanálisis articula sin partir del establecimiento de una norma - algo evidente después de Tres ensayos sobre teoría sexual -, no hace que Butler concluya en consonancia con el psicoanálisis, pues la eliminación de la diferencia sexual es su conclusión, saldo cínico de las ruinas de la categoría de género que contribuye a la generación de un contexto queer.

Lo que se abrió en el campo de las humanidades a partir de la caía de la categoría de género correlativo del cimbronazo que afecta a los semblantes ligados a la sexualidad se encarna en la teoría queer como resultado del camino disolvente del construccionismo no sin contar la acción del propio discurso analítico en este sentido. Sucintamente, y a riesgo de simplificar, puede considerarse que la misma cuestiona la idea de una identidad sexual, apuntando contra la norma heterocentrada, razón por la cual impugna también el binomio hetero/homo. El sexo, es una construcción efectuada por el dispositivo del género y la crítica sistemática de la diferencia sexual abrirá al estudio de las llamadas tecnologías de género que producen continuamente nuevas identidades que son descriptas como nómades, plásticas, inestables, paródicas. No hay diferencia sino diversidad (5).

En las sociedades que son las nuestras el relativismo cultural manda, como señalaba E. Acuña en el texto (6) seleccionado como apertura de este Foro de pre-textos, relativismo que se aloja en las humanidades y que viste el rostro del construccionismo social desde el que se impugna el resabio esencialista del psicoanálisis. Las nuevas retóricas del género ahora devenidas tecnología, se torna permeables a la idea de multitud que favorece la adopción de identidades móviles efímeras antes que identificaciones fijas. La paradoja a señalar surge de esta última oposición: la identificación que hiciera del yo freudiano un precipitado inestable, hecho de rasgos parciales – significantes – extraídos del Otro cuya estabilidad era aseguraba por la función de desconocimiento y que daba la impresión de una identidad, pierde terreno en la discusión frente al propio término identidad que ha ganado brillo por presentarse en su faz calidoscópica de multitud, que encaja bien con el mercado de nombres ofertados para los “miles de sexitos” (7).

Gabriela Rodríguez


Notas

(1) Jaques Lacan. Seminario 18. De un discurso que no fuera de semblante. Editorial Paidós.

(2) Judith Butler. El género en disputa. “Sujetos de sexo / género/ deseo”. Editorial Paidós.

(3) Femenías, Gianella, Santa Cruz y otras. Mujeres y Filosofía. Teoría filosófica de género. “Aportes para una crítica de la teoría del género. Centro editor de America Latina (1994).

(4) Jaques Lacan. Escritos 2. “Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache”. Editorial Siglo XXI.

(5) Graciela Musachi. “GLTTBI”. En Patologías de la identificación en los lazos familiares y sociales. XV Jornadas Anuales de la Escuela de Orientación Lacaniana. EOL. Grama. 2007.

(6) Enrique Acuña. Resonancia y silencio. Psicoanálisis y otras poéticas. “Semblanzas reales. De los meteoros a Internet” EDULP. La Plata. 2009

(7) La expresión es retomada de un artículo de Graciela Musachi quién parafrasea a Elizabeth Grosz. Ver: “Virgen-lobo-moth”.